lunes, 3 de abril de 2023

La insaciable voracidad de la violencia.

No hay  ausencia en su sino mineral,
porque el agua se mantiene limpia y pura,
transparencia de su alma en lo esencial,
mientras sirve a una armonía que perdura.


En la calma que visita los abismos,
no conoce la pasión de los enredos,
así pues, surge la duda en uno mismo,
superando los temores y los miedos.


Si en la calma, todo es paz, la superficie 
nos oculta lo que  forja su interior,
a la espera, que en la tempestad se inicie
un latido, convertido en estertor.


Una ola acariciada por el viento,
es sedosa, como espuma o algodón,
su carácter se transmuta en el momento 
en que siente entre la entraña un empujón.


Como el mar, el corazón adolecido,
va perdiendo compostura, y agitado,
sentirá que ya su calma se ha perdido 
y se muestra enfurecido y enojado.


Si se pierde la razón y la cordura,
sobreviene una ola, que creciendo,
es temible por su gran envergadura
y no es grata, mientras siga apareciendo.


Derribando todo atisbo de inocencia,
crecerá como las aguas, cuando llueve,
arrasando con una inusual violencia,
todo aquello que respira o que se mueve.


No perdamos la armonía, pues sus cauces
nos conducen a esa paz, tan esperada,
la violencia nos devora entre su fauces
y detrás de su apetito, ya no hay nada.

Escrito en Abril 2023 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.


© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.








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