porque el agua se mantiene limpia y pura,
transparencia de su alma en lo esencial,
mientras sirve a una armonía que perdura.
En la calma que visita los abismos,
no conoce la pasión de los enredos,
así pues, surge la duda en uno mismo,
superando los temores y los miedos.
Si en la calma, todo es paz, la superficie
nos oculta lo que forja su interior,
a la espera, que en la tempestad se inicie
un latido, convertido en estertor.
Una ola acariciada por el viento,
es sedosa, como espuma o algodón,
su carácter se transmuta en el momento
en que siente entre la entraña un empujón.
Como el mar, el corazón adolecido,
va perdiendo compostura, y agitado,
sentirá que ya su calma se ha perdido
y se muestra enfurecido y enojado.
Si se pierde la razón y la cordura,
sobreviene una ola, que creciendo,
es temible por su gran envergadura
y no es grata, mientras siga apareciendo.
Derribando todo atisbo de inocencia,
crecerá como las aguas, cuando llueve,
arrasando con una inusual violencia,
todo aquello que respira o que se mueve.
No perdamos la armonía, pues sus cauces
nos conducen a esa paz, tan esperada,
la violencia nos devora entre su fauces
y detrás de su apetito, ya no hay nada.
Escrito en Abril 2023 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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