y la sonrisa en mis labios.
Mi vida es una fruta amarga y le inyecto
el humor necesario, para no tener
un sabor acre en mi boca.
Me tomo muy en serio el humor. Nadie sabe
que, en mi soledad, las lágrimas huyen
de mis ojos, al encuentro fortuito entre la tierra
y el cielo.
Voy muriendo poco a poco, discretamente
para que no se note. Nadie llorará mi ausencia,
ni siquiera yo, tal vez por insensibilidad
o porque una vez que desencarne,
todo el mundo dirá que me ama.
Sí de verdad me amarán, tal vez no envolverían
con mentiras sus sentimientos
o acaso esperan a que me muera,
para decírmelo sin rubor alguno.
No creo en nada, salvo en las incoherencias
y en las decepciones. Nada es tan auténtico,
para que merezca poner mi voluntad
y mi atención en ello.
Me aguardan las llamas, para reducirme
a cenizas y como ave fénix, remontar de nuevo
el vuelo, pero aún no.
No ha llegado mi tiempo…todavía.
Escrito en Julio 2024 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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