cada noche, aérea, incorpórea, como seda
desprendida en hilos. Un rubor se apodera
de mi rostro y mi corazón desbocado,
galopa a tu encuentro.
La sangre sube hasta mis sienes
y mis pensamientos febriles, no me permiten
conciliar el sueño.
Descubro la humedad entre las mareas
que van y vienen entre las sábanas,
pero no estás bajo un níveo bulto,
que trata de recrear tu cuerpo con
mi imaginación.
Tan sólo unas líneas cárdenas
bajo mis párpados y una blanca esclerótica,
enrojecida en la vigilia.
Abrazo la almohada, como queriendo
rescatar tu imagen del olvido y tu forma
se desvanece.
Quiero besarte en esa ensoñación
y te vas deshaciendo entre mis labios,
como copos de nieve.
Una lágrima escapa de mis ojos
y en su redondez, resbala por mis mejillas.
En la soledad de mi cuarto te sueño e imagino,
pero tu presencia, aún no es carnal, ni tiene
tu piel, la tersura de un pétalo de rosa.
Las sombras de la noche visten de luto,
mi silencio y mi angustia.
Tal vez al despertar, al día siguiente,
se materialicen mis sueños y pueda recobrarte,
para llenar el vacío insondable, que permanece
durante mi anhelo y tu ausencia.
Escrito en Julio 2024 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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