de los ojos que sufren, ni recamar
los espacios vacíos con el oropel que muestra
el trigo bajo el sol.
Hay una magia que rompe la monotonía
del cromatismo y una pérdida infinita
sobre la escala de grises, cuyas traviesas
inventan el temor a una caída precipitada.
En todas las vertientes posibles, se hunden
los pies desnudos de las aves y en conclusión,
los aperos de labranza se oxidan en las manos
ociosas.
A veces elegimos un modo de sobrellevar
la pesada carga de nuestro ser, como si fuera
liviana o rociamos con un almidón impuro,
las encías que tiemblan bajo los dientes
telúricos del tiempo.
Hoy medra la noche, ante el calor veraniego
y las estrellas, apenas se sujetan,
como alfileres que alguien clavara
sobre un negro encerado.
En los vértices de las palabras licenciosas,
se colocan acentos que hieren,
como frases lapidarias y una vez más pensamos en la dimisión que a la vida
se aconseja, entre la sombra de una aciaga
incertidumbre ante la proximidad de la muerte.
Escrito en Julio 2024 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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