hay un pasillo, largo y solitario, que termina
en alguna parte, sin luz, apenas
y con el color sepia, abundando
en la suciedad de un vacío estéril.
El amor, no se encuentra en los corredores,
alejados de la común existencia.
El pan se agria y endurece con el tiempo,
que transcurra improductivo.
En la alacena, al final de nuestra sala,
una bombilla parpadea con su mortecina luz
y las polillas tratan de posarse sobre los párpados.
La soledad, es tan sólo, la negación de reconocer,
otras formas de luz circundante, que pudieran
ser guía en nuestro camino.
Escrito en Octubre 2016 por Eduardo Luis Díaz Expósito."Zuhaitz".
No hay comentarios:
Publicar un comentario