de la vertiente de tus caderas,
el pájaro de fuego se alimenta
del rumor de besos, en la pasión
de su álgido vuelo.
El consuelo es la lágrima , que se desprende
del nácar de la emoción, que se reseca
con los olvidos no anunciados.
Fuego y agua, sobre la nieve de tus muslos
y las rosas crepusculares, que coronan
la cima de tus dormidos pechos.
Ámbar en tus labios y un licor dulce,
en el cauce fértil de tu sexo.
Selvática, agreste y salvaje,
tu cabellera atrapa los rayos de sol,
que tu sonrisa emula con su destello.
Quiero explorar el misterio,
que guarda la conjunción de tu cuerpo,
en la música de tu voz y ese cascabeleo,
que tus pestañas inician, al entornar tus ojos,
soñadores y florecientes en la primavera
de tus días.
Ánima de luz, sobre la penumbra
de mis días grises.
Se mueve algo en mi interior
y queda atrapado en un suspiro,
ante la evocación de tu imagen,
cuando mi recuerdo cobra vida en ti
y nace la ilusión de nuestro próximo encuentro.
Escrito en Octubre 2016 por Eduardo Luis Díaz Expósito."Zuhaitz".
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