con lágrimas de sal y un fuego en resumen,
asoma en la mañana desde las ventanas
del horizonte.
Hay un juego de oquedades entre la luz
y la sombra, por la necesidad de completar
los espacios muertos que muestran
los recovecos de las góticas estancias.
Huele a una mortecina humedad
refugiada del sol, en la penumbra
y un sentimiento aciago, que queda
aprisionado en los huecos de las costillas,
reteniendo un suspiro último
o hálito de vida suspendida.
La piedra no es carne, mas la carne
besa la piedra, que la contiene,
como un secreto de vida, que desea
perpetuarse tras la muerte.
Tal vez, la piedra tenga la respuesta
a la inmortalidad, ya que el tiempo
se detuvo en ella.
La piedra retiene los sentimientos,
pero llora su incapacidad de expresarlos,
como algo que un día se sentía vivo
y vibraba, como ese cristal que se rompió
dentro de su alma.
Escrito en Junio 2018 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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