Las horas se caen entre los peldaños rotos
y hay una gravedad de aire espeso
con motas de polvo en suspensión,
cuando entre la penumbra de la habitación,
cruza un rayo de sol furtivo,
que como venablo dorado, atraviesa
esa diminuta existencia suspendida.
Un olor añejo y profundo, se apodera
de los sentidos y entre los viejos ropajes
del baúl, aparecen libros desvencijados
y fotografías amarillentas, en un sepia
que se tiñe de añoranzas.
Las maderas del suelo crujen, diríase
que acaso, como costillas doloridas
y en el silencio, se adormecen los muebles
con las sábanas que los cubren.
Entre ocres, surgen atardeceres de vino
y dorados pétalos de girasol, que aún
cuelgan detrás de las puertas,
rubricando los recuerdos, que lentamente
se balancean sobre las memorias,
tantas veces recordadas,
tantas veces olvidadas.
Escrito en Junio 2018 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz".
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