Un venablo de luz desde el cielo
y una voz atronadora, pronunciada
desde los algodones más oscuros
que reinan en las alturas.
Las primeras gotas,
repiquetean sobre el suelo,
dibujando coronas de corto reinado,
que se deshacen al contacto
con la dureza angosta de la tierra.
Leve cortina transparente, que se va cerrando
ante los ojos que huyen al ritmo de las piernas,
iniciando una carrera hacia los soportales
cercanos.
Llueve con intermitencia
y caen gotas frescas de agua,
entre las perfumadas flores y la hierba
que aún conserva su verdor primigenio.
Llueve sobre la tierra y dentro del corazón,
en la quietud del remanso adormecido
de la tarde.
Bilbao respira y se emociona, en su ceja gris
e interminable.
Aún se perciben aromas de hierro
y sal marina, que el aire recoge
desde " El Abra".
Escrito en Júnio 2018 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz"
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