El alma se serena, se mece entre las brumas
de los recuerdos, mientras la tarde
es un incendio que muere en las laderas
de las montañas.
Cuando el aire recoge
el último arpegio del día, en las voces
que enmudecen lentamente
sobre el letargo del sueño, la mente divaga
como estrella fugaz, que huye del murmullo
de los pensamientos ruidosos y estridentes.
La evocación produce un místico eco
en la conciencia y se viaja sin equipaje
a la morada del pasado, donde la inocencia
era el alimento de la ternura
y nuestro universo cabía en una caja de cartón
llena de canicas e ilusiones recientes.
Escrito en Junio 2018 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz".
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