Nunca se vuelve por los mismos caminos,
con los mismos pies, ni llevamos
el mismo ánimo.
La edad cae día tras día,
con levedad de pluma y llega a pesar
como si se unieran todos los seres que fuimos,
sobre el ser que ahora somos.
Tampoco el espejo guarda nuestra imagen
y solamente nos muestra el último reflejo
que queda en nuestra actual semblanza.
El tiempo asesina al niño que fuimos,
para mostrarnos al adolescente,
como una nueva crisálida,
a punto de convertirse en
mariposa de juventud.
Volviendo al sendero, sentimos el cansancio
de todos los años que se acumulan,
a pesar de todas las transformaciones
y llevamos sobre nuestras espaldas,
el niño que fuimos, el adolescente
que llegamos a ser y esa precaria madurez,
que hace los huesos más quebradizos
y el carácter más sólido.
Escrito en Febrero 2019 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz ".

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