viernes, 15 de marzo de 2019

Un instante de ti en mi pensamiento.

El agua se precipita como una voz sin nombre,
sobre el perfil del aire y las abruptas rocas
permanecen como preguntas sin respuesta,
quedándose en el limo del tiempo.

Las cejas son paraguas
que vuelan espantados hacia las nubes,
mientras los pensamientos huyen
de su sepultura de hueso.
En toda calma queda un frío rescoldo
de pavor inadvertido, por eso quiero
que una ceguera de luz, inunde mis ojos.

Abrazo el silencio con un murmullo
y  la tristeza reina en las habitaciones vacías.
Apenas surge la nostalgia y es devorada
a dentelladas por la alegría y todo es paz
y todo es júbilo.

Caminando sobre las ascuas apagadas
de los recuerdos, veo un horizonte lejano.
Tal vez sea el futuro, tal vez sea una pregunta
sin respuesta o el plumaje del ave
de los sueños.

La noche es una negra pupila
o una pizarra, donde se clavan como alfileres,
los sueños más brillantes.
Sólo el agua es un caudal de emociones,
que baja hacia el abismo.
Bajo ese abismo se encuentran las flores
de mi niñez olvidada.

Entonces, te pronuncio reciente
en los vértices de la palabra
y sobre los huesos de la memoria,
extiendo sábanas blancas.
La luz parpadea entre sombras,
con escaso atrevimiento y la arena
dibuja mis huellas en un sendero
hacia la nada.

Todas las voces que escuché se perdieron
en un ayer sujeto con alfileres.
Así que quiero cuajarme de ti hasta la médula,
enardecer las espigas que te forman,
ser el árbol que te de cobijo y sombra,
bajo una lluvia de inquietudes perennes,
con sensualidad de agua y llanto retenido,
observados por un cielo,
con su albornoz de nubes,
inmensamente esclarecido.

Escrito en Marzo 2019 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.



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