Son cáscaras flotando en un estanque
con las velas apagadas.
La luz rota, deshilachada en un destello
que explota y muere en la lejanía.
Cuerpos vacíos, sin ánimo,
autómatas que giran sin sentido,
buscando el origen de todos
sus movimientos.
Ojos que temen posarse, para no perder
la escasa luz de sus pupilas
y el miedo.
Ese inmenso miedo a reconocerse
en todos los espejos, sin saber
si el reflejo es tan puro, como el agua
de todas las fuentes,
de las cuales bebimos.
Escrito en Agosto 2017 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz".
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