y miel o luciérnaga en la esfera
o cáscara vacía del huevo
de la invención.
Pautados con líneas trazadas
en el nacimiento de la tijera abierta,
dispuesta a cortar ese vacío
que provoca la explosión de ausencias,
al estallar un beso, en el límite puro
de unos labios rojos.
Labios de sangre y pasión incontenida,
mientras los movimientos oculares
se agotan en marejadas,
que el deseo solar manifiesta
ante el clamor del agua bajo el influjo
de la Luna.
Paso femenino, que calma
un ardor masculino, en la fiebre amorosa
del contacto con un cuerpo único,
tangente a la piel y recreado
en los confines de la imaginación,
siempre presente, siempre soñada.
Escrito en Agosto 2017 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz".
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