a alguien se le obstruyen los oídos,
en el ejercicio de la verdad.
Porqué el gesto se usa como disfraz
de una fiesta, a la que no fuimos invitados.
Se calcinan las palabras en un fuego
de fanáticos credos impuestos,
como anillo de fuego
en unos dedos extendidos, que claman
respuestas en una petición ignorada.
Las lágrimas ácidas surcan
las mancilladas mejillas, horadadas
por las penas que no confesamos
y tratamos de ser felices...
¡ Aunque nos cueste la vida!.
Vida para tenerla en la presencia
del ánimo, que genera la virtud
de saber que no hay otro camino
y la felicidad es una apuesta más
en el juego que hemos aceptado.
Escrito en Agosto 2017 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz".
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