como lascas de fino hojaldre
o lluvia almibarada.
¡Recuerdo tantas noches!...
Cuando no dormimos, nos desvelamos,
como si el sueño cubriera
con un mágico velo, todas las realidades
que arañan la existencia.
Realidades que dejan una huella larga
y honda.
Mas, el sueño dulcifica el rostro cansado
y de él brota una espuma suave
o algodón, que acaricia los párpados.
Besa no obstante, el labio que se crispa
en la mueca o el rictus nervioso
y forma un horizonte de relajada paz.
La noche cae a borbotones,
como nieve cálida o crema dulce,
sobre un plato vacío, que espera
hallarse repleto, para gozar
como en un sueño...
con los ojos cerrados.
Escrito en Agosto 2017 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz"
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