de lo más grosero en lo más sutil.
Ríos de púrpura en las venas
y las sienes golpean al ritmo
de la sangre, que trata de huir
del cuerpo y convertirse
en metal de emociones.
El oro corona las lúcidas mentes
y los corazones puros, ante la escasez
de luz en las profundidades de la mina,
en la que guardamos todo el valor
de nuestras conciencias.
Hay un misterio por desvelar
y una agitación, que no se percibe
en la superficie de las máscaras
y se mueve en la cabeza,
inmersa en el terrible desatino
de la inconsciencia.
Los labios se tiñen de fuego
en los besos fingidos y se queman
los cuerpos, sin la necesaria protección
contra un sol de oro y sangre.
Escrito en Agosto 2017 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz".
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