martes, 19 de julio de 2016

Y el verbo se hizo...Padre.

Mechones de lluvia sobre la piel agrietada,
el viento arrastra penas de otoño,
nostalgias retenidas, en la vieja arca de piedra,
donde tus huesos reposan, ajenos al tiempo.

No te lloré el primer día, pues aún conservaba
el calor reciente de tu mano
y estabas como dormido, como ausente.
Tal vez adivinaste tu marcha y no quisiste,
poner postigos a la esperanza.

Presente siempre, como una canción,
que  se escucha en nuestros oídos,
tu voz grave, suena como el ritmo acompasado
del latido último, que se repite con eco,
en el  atabal de la tierra.
Vientre seco que se tensa, ante el telúrico temblor
o estremecimiento de la tierra,
al recibir en su seno, tu cuerpo inerte.


No basta un recuerdo esbozado, para imprimir
tu imagen en la memoria, sino un cúmulo 
de palabras y sonrisas, que conformaban
tu luminosa presencia.
El verbo diáfano y claro, que brotaba 
desde el manantial de tu alma
y se precipitaba en cascadas de alegrías,
ante la ceguedad de las gentes comunes
y el interés que suscita, un misterio
a punto de ser resuelto.

Escrito en Julio 2016 por Eduardo Luis Díaz Expòsito."Zuhaitz"

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