Me mira, me observa con la quietud
de un mar en calma y su pupila se agranda,
esfera de luz, en el firmamento de mi vida.
Recojo cada parpadeo, como una señal
de vida, que trata de abrirse un espacio
en la mía.
Bebo las palabras que brotan de sus labios
y pienso en el tierno contacto
de un suave beso o el susurro
de su cálida voz.
Un barco aúlla con su sirena en la lejanía,
perdido en el horizonte, como alma
que busca el encuentro de un puerto,
donde reposar y quedar varado,
hasta que sus viejas maderas
sacudan la sal de otros mares
y quede sobre su quilla,
la caricia de una nueva brisa,
más suave, más tranquila.
Algo que recuerde los primeros momentos
en que se gestó su cuerpo,
antes de hacerse a la mar,
o a la aventura de vivir.
Escrito en Julio 2018 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz".
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