miércoles, 12 de septiembre de 2018

Tierra Adentro 

No hay mar, tan sólo una planicie 

que invade de verde y ámbar,

el azul del cielo.


El sol es un rubí encendido u ópalo de fuego,

que destaca como un broche engarzado 

en la lejanía.


No hay mar, tan sólo un vertebrado río,

que en sinuosa sierpe, circunda

una meseta elevada.


Campos de espliego y amapolas,

con una aridez de mies amarillenta 

en dorados granos de trigo.


Hay temor a las tormentas en campo abierto 

y un  solo corazón palpitando

 en muchos cuerpos.

Muchos latidos que se desnudan 

en el silbido del viento

 y entre los escasos  árboles 

y el agua que escapa de las sierras,

para amainar su ímpetu 

en la vertiente del río.


Escrito en Septiembre 2018 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz".


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