Una acuarela de vida era su rostro.
Un reflejo de agua pura, sus cristalinos ojos.
Su mirada diluía en vapor inocuo
toda bruma de ansiedad y ese despecho,
ante los acontecimientos que nos vencen
por su excesivo peso.
Hallé también en su rostro,
una pincelada blanca
sobre el crepúsculo rojo de sus labios,
distendidos en una grata sonrisa.
No habrá nunca un lienzo tan hermoso,
donde se pudiera plasmar tanta belleza.
Ninguna aproximación a su realidad
quedaría exenta de crítica, al ser sin duda
una clara distorsión o refracción de la luz
que ella emitía.
Acuarela de vida, explotando en colores
y risas, en un risueño caminar
con una actitud, que sólo los ángeles
se atreven a imitar... ligeramente.
Escrito en Noviembre 2018 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz".
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