No quise perderte y no te perdí.
Tú te perdiste. Tu mortecina luz quedó difusa
al clarear el día. Fuiste un sueño hasta que
despertamos a otra realidad
en una ruptura de costumbres que generó
tan sólo una ilusión, una aventura.
La intriga se vence a sí misma
al ser descubierta.
Ánfora de aguas quedas, donde el nenúfar
se marchitó, perdiendo sus aromas.
Sobre los cerros que nunca remontamos,
se halla la flor que nunca muere
y en las nieves perpetuas quedaron inmóviles
nuestras miradas, perdidas, buscando
más allá del horizonte esa realidad
de brumas dispersas, que desaparecen
y ofrecen una visión más diáfana
en nuestras vidas .
No hay flor que evite marchitarse,
ni amor que florezca libre, si el corazón
no es campo fértil para su cultivo.
Escrito en Noviembre 2018 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz".
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