Hoy sólo contemplo mis manos
y observo mi cuerpo, con la pérdida
de la frescura de la juventud,
aún permanente en mi sonrisa.
Nunca tuve un cuerpo bello y armonioso,
pero el tiempo va acusando
su claro deterioro.
Es como un vehículo de segunda mano
que circula a duras penas.
Me quedan mi voz y mi buen humor,
sacudiendo las conciencias dormidas
y algunas tristezas, cuyos tentáculos
no quieren soltarse de mi alma.
Mi voluntad es inoxidable y obtengo
una breve recompensa
fuera de tiempo y lugar, pero aseverada
por mi fé y mi esfuerzo.
Escrito en Noviembre 2018 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz".
No hay comentarios:
Publicar un comentario