Hay un estruendo de voces sin rumbo,
que se amalgaman en los rincones,
donde el silencio muere lentamente
en una agonía que se descuelga
desde un pentagrama roto.
El murmullo galopa y crece con la ironía
de una locura in-crescendo, que niega
su supervivencia en los campos despoblados
de la voz.
Ya la hierba no crece, y la tierra muestra
su cráneo abierto, carente de fibras
y tonalidades.
El sonido bulle en pequeñas hormigas
que pululan dentro de los oídos mancillados
y un molesto ardor se apodera
de los tímpanos rotos o timbales
de solitarios temores.
A veces un estruendo rompe la comunicación
de los ecos pronunciados y anega
en una profunda soledad a quienes sus oídos
no consiguen discernir todos los sonidos
en permanente fuga.
Escrito en Noviembre 2018 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz",
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