la flor crece en el corazón que se abre
pétalos de ternura y es capaz de comprender
y empatizar con sus semejantes.
La lluvia y las lágrimas limpian la tierra
y las sequedades del alma.
Hay una mirada, que se queda en el aire,
como una semilla del árbol,
que en la juventud plantamos.
No hablaré del silencio, pues sería
romper la magia, pero si de esa intención
que a veces nace en el corazón sombrío
y lo llena de luz, ante el hermetismo
de la figuración de lo que vivimos
y en verdad mostramos.
Aún así, se puede esbozar una sonrisa
y prender una luz en los caminos,
a pesar de las tristezas adheridas
en el tronco de nuestro carácter,
difíciles de quitar, imposibles de olvidar
en las nostalgias.
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