No es el vencimiento el que produce
el sueño o la fatiga.
Es esa calma que antecede a la vorágine
que nos arrastra al abismo
de nuestra propia inconsciencia,
durante un merecido descanso.
Es en esa ensoñación que burbujea
entre las sienes y ese calor de calidez
que arropa, el que produce el sopor
y el abandono del cuerpo,
hacia las vastas praderas
de los sueños narcóticos
y profundamente reparadores.
En una luna de espejos imposibles
y gotas de lluvia, que descienden
encendidas en luz, sobre la hierba
verde y fresca, que crece en
nuestra imaginación.
Tengo sueño y dejo que mi cuerpo
caiga en un arrebatado secuestro
de sombras y luces inciertas,
que se elevan con el ritmo
de una respiración pausada y profunda,
como voz que emerge del alma
y nos recobra.
Escrito en Septiembre 2017 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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