pero no acaba de consumirse.
El desamor aviva las llamas y sólo
una gran resolución es capaz
de sofocar el incendio.
Nunca nos abandona y se ampara
en la dulce y melancólica tristeza,
para crecer apoyándose en su hermana.
Ella tiene los ojos grandes, llenos
de lágrimas y son grises, como nubes
de tormenta, su mirada encoje el alma.
La dicha es su hermana alocada,
pero llena de luz cada estancia,
con su presencia.
Es inquieta y su fuego es fugaz
e inestable, por eso hay que cuidarse
de su hermanos, la tristeza
y el sufrimiento.
Son más dependientes de ti y se instalan
en tu alma, con el propósito
de hacer de tí una morada eterna.
Escrito en Septiembre 2027 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz".
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