Un dedo desde el cielo, mueve los hilos
y los destinos.
Una voz sin boca, sin culpa,
ni arrepentimiento, firme,
sin divagación posible, porque la certeza
es esa razón de peso en que todo
es inestable.
En ocasiones, la razón no entiende de razones
y en lo superfluo están las alas, que sostienen
su impalpable realidad.
Basta con sentir esa necesidad
de ser siempre, aún después
de perder esa identidad, dejando de ser
lo que eras o soñaste llegar a ser.
Los cimientos de los sueños
son tan débiles como la voluntad
que pongamos en ellos.
Escrito en Septiembre 2017 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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