la alegría desbordada, ante
una sobriedad estática, tan razonada
como falta de emoción.
Ofende la explosión de la risa,
a quien guarda en el silencio
todas sus cartas, por temor
a ser visto sin su armadura.
Una armadura de insensibilidad,
para disimular, que pueda afectarle
cualquier emoción y queden desnudos
ante los ojos que les contemplan.
Ofende el gesto distendido, cuando
los demás, lo fruncen para ocultar
las puntadas de hilo con las que
han cosido sus lágrimas en el alma.
Que nadie sepa del contenido
que se halla en mi interior,
que nadie pueda reconocer como mío,
lo que se mueve dentro de mi.
Evitaré que me roben la poca felicidad
que logré atesorar con esfuerzo
y tenacidad, ante la amargura
de los días grises.
Escrito en Septiembre 2017 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz".
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