viernes, 6 de septiembre de 2019

En cada Despertar.

Golpeemos con mano tensa cada amanecer,
por si sucede que desde la vigilia,
quedamos vencidos por la acritud
del sueño en retardo.

Nuestros ojos son aves nocturnas
que frenan su vuelo ante la luz
y desde la comodidad del lecho,
observamos lentamente
 un aleteo de pestañas, que como golondrinas
bajan desde su nido y ascienden
hacia el disco naranja a saciarse
de luz y calor.

Las pupilas son un estremecimiento,
ante el resplandor
y cierran sus negras ventanas, para evitar
un daño en las habitaciones dormidas
de nuestra mente.

Se puede naufragar entre las sombras
o perderse  en la inmensidad de la claridad,
cuando no percibimos un horizonte
en el que fijar nuestra mirada.

Escrito en Septiembre 2019 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.

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