domingo, 15 de septiembre de 2019

La verdadera piedad.

No hay plenitud más completa, que la del alma
que absorbe el río emocional de cada persona
y se embarca en una empatía con las velas
desplegadas, ofreciendo ese abrazo cálido
que abriga al desamparado.

Un gesto, una palabra, una mirada en paz...
y todos los problemas discurren por su cauce
hasta el desagüe, quedando el alma
con aguas limpias y tranquilas.

Cuando estamos en apertura, pueden entrar
las aguas de otros cauces emocionales
y hacernos sentir el flujo mineral
y transparente de sus almas.

Se torna verde y sólo es nocivo en la inacción,
cuando en la quietud se produce el liquen
que ahoga la raíz de la flor de la existencia,
pero al compartir, en su belleza contemplamos
la extensión de la verdadera piedad,
hacia todos los seres que habitan
esta tierra.

Escrito en Septiembre 2019 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.


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