lunes, 9 de septiembre de 2019

La ingrávida tranquilidad 

No hay gravedad en el impulso
que mueve las emociones. Es una  brisa
que acaricia las membranas del corazón
y surge el pálpito suave,
como voz que incide en el oído o rama
que cae del árbol de nuestros sueños
más lúcidos y forma ondas concéntricas
sobre el agua del estanque, cuando la felicidad
rebosa nuestra copa, gota a gota.

No hay gravedad en la calma, porque nada
queda suspendido del hilo de la intranquilidad,
que tejen las arañas temerosas, que habitan
en nuestras pesadillas.

He regresado a los recónditos espacios
de la ambigüedad de los escasos días grises
y agrupo las rocas estériles y huecas,
para que los granos desprendidos
converjan con las motas de polvo,
que flotan en armonía con un morboso
grado de inconsciencia,
incapaz de ser alcanzada por la letalidad
del hastío, que antes pudiera herirnos.

Escrito en Septiembre 2019 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz".



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