de estremecida tristeza, la mirada cae
en los profundos abismos del pasado
y nos inunda el alma de recuerdos.
Una nota suspendida, vibrante y ciega,
entre el ámbar de cada atardecer y entonces...
la imaginación se vuelve corpórea
y se forman colores, texturas y sonidos,
que antes quedaron trasnochados.
El redondo brillo de una lágrima desprendida
del árbol de nuestras emociones,
cae sobre un alma fértil en sensaciones
y se prende en ella la flor de la nostalgia.
El vaho en las ventanas y el calor del hogar,
nos trae aromas de ausencias
e imágenes nubladas que tratamos de retomar
desde la lejanía.
Es esa levedad del ser la que en pugna
con los recuerdos, trata inútilmente
de conservar un pasado que se fué,
en un presente que no podemos sostener
y escapa como agua pura entre los dedos.
Escrito en Diciembre 2019 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz".
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