que franqueamos, si antes alguien
no dejó una parte ínfima de si mismo.
Hay abismos tan grandes, como la pérdida de un suspiro, en el vacío
de una ausencia.
Desde el estómago hacia el pecho,
suben las aguas a ocupar los ojos
vencidos en la tristeza.
El ánima pura va divagando
entre los oscuros espejos
de tu mente obnubilada.
Vientos que arrecian, nubes que vagan
sin rumbo por un cielo gris y las aspas rotas de un molino que gira sin cesar,
como el ave que intenta ver la salida,
entre unos barrotes, hechos de miedos
e insatisfacciones.
Caminamos sobre las maderas desvencijadas de un viejo embarcadero,
como naves abandonadas, cuyas velas
son promesas rotas al viento.
Escrito en Febrero por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz"
No hay comentarios:
Publicar un comentario