silbido del viento que suele atravesar los
cuerpos con su sonido, a la vez que
su gélido aliento abría un escalofrío
en cada poro de la piel.
Amante de la rueda inexacta, sus aspas
fueron hiriendo amorosamente,
los espacios inertes de algunos pensamientos.
La soledad mordía fieramente los círculos
del ánima, cuando la razón huía lejos,
al encuentro de sus fantasías más crueles.
Llovía tanto, que sus ojos fueron una vez más,
nubes descendidas desde sus remotas
cimas de nostalgia, hasta sus plantas
detenidas en cada encrucijada,
en la que los charcos embarrados,
apenas podían reflejar su imagen.
Se iba comiendo sus tristezas y por el tenedor,
se le escapaban algunos recuerdos fluidos,
que no quiso atesorar, porque le resultaban
muy duros de masticar, cada vez que intentaba
separar sus envoltorios de ilusión,
de sus pesadas realidades.
Nadie se atrevió a hacerle tanto daño,
como el que se causaba a sí mismo.
Quedó desnudo de ilusiones, como un árbol
sin hojas, ante un invierno crudo
de inmaculada nieve .
Escrito en Febrero 2021 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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