los huecos inertes de las sombras.
Baño de claridades, donde el gozo
se transforma en color exultante y adquiere
cálidos tonos. Caricias, tal vez perdidas
en los álbumes de nuestras memorias.
Una radiación pulsante, que a pesar
de herir las retinas, realza todas las aristas
y vértices, suavizando texturas y dorando
tras su velo las formas más abruptas,
concediendo un brillo solar
a sus empobrecidas figuras.
La luz, que se manifiesta bienhechora,
creadora de la tibieza necesaria
para madurar la espiga reciente.
Ámbito que no conoce límites en el espacio
e irrumpe en los habitáculos del vacío.
Irisación a través de las gotas de lluvia,
que como lentes divinas, aportan matices
y destruyen la acritud del gris de la tristeza.
Deshace y desmenuza las blancas nubes,
formando lámparas celestes, que proyectan
venablos luminosos sobre unos campos
extasiados y vestidos de verde esperanzado.
Escrito en Febrero 2021 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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