que divide en dos mitades el cielo,
desesperadamente gris.
El hacha inmisericorde sobre las olvidadas
conciencias, que desoyeron la voz
de la naturaleza.
Un fatídico muro de agua, que arrasa
las ciudades impías o un remolino de viento,
para batir con mano firme,
las maderas de los hogares,
que fueron arrebatadas a los árboles
y a los espíritus del bosque.
Si nadie se lo explica, es porque
hace ya mucho tiempo, que sus oídos
se taparon con la cera
de una fingida comodidad y todos
los elementales de este planeta,
sintieron alterados los pulsos
de sus existencias.
Creemos que no existe aquello
que no percibimos, pero nos sobrecoge
las catástrofes causadas
por sus iracundas manos,
buscando una solución a algo, que ni siquiera
somos remotamente capaces de comprender.
Escrito en Febrero 2021 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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