martes, 9 de febrero de 2021

La muerte desconoce su propia naturaleza.

También morir es ignorar la vida
en su esplendor, bajo una capa de resignación 
que nos hace invisibles al resto del mundo.
Existen muertes que no proyectan sombras,
ni reflejos de luz sobre los recuerdos 
de los demás.


No producen huellas, heridas 
o constancias imborrables, sobre las vidas
ajenas a las suyas y sólo se muestran
como neblinas pasajeras, 
que el viento ardiente de la indiferencia,
borrará como las arenas que se mueven 
en el desierto y deshace sus dunas.


Hay muertes de tierra árida, porque en vida,
jamás florecieron gratitudes en una vida nueva,
porque por su desprecio, se secaron 
las semillas, ante la exposición 
de pensamientos carentes 
de una vital renovación y expuestos
ante un sol inmisericorde, en su máxima
radiación de juicios injustificados 
y condenas irracionales, en el yermo ámbito 
de la incomprensión de su propia e ignorada
naturaleza.


Escrito en Febrero 2021 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.




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