del corazón a la mente.
¿Para quién guardas tu frente,
en esa búsqueda ignota.
¿Para quién ese suspiro
en el pecho desolado?.
¿De quién será lo soñado?.
¿Para quién esos latidos?.
¿Para quién guarda tu almohada
la calidez de tu lecho?.
¿Para quién construyes techo
en tu vacía morada?.
La soledad es la cima
coronando tu altitud,
solo ante la multitud
engendrandro en las esquinas
la sombra,que de tu sien
en la arista se lastima,
buscando en la luz su bien.
Una llama en las pupilas,
perdida en la oscuridad.
De tu sed y tu ansiedad
una pregunta se exila
antes de ser respondida.
El temor ante el fracaso,
antes del alba, el ocaso
cerniéndose en tus heridas.
Surge una nueva inquietud,
porque en tu pecho latente,
el amor, acaso siente,
te pesa como una cruz
y a cada suspiro vano,
tu imaginación desprende
a los fantasmas y duendes,
volviendo a mirar tus manos.
Que ya no están tan vacías,
mientras llorabas la ausencia
del amor y su presencia,
en tu vida se prendía
y apenas tú lo advertías.
Se centraba tu atención
en la autocompasión
e ignorabas que acudía.
El Amor se hizo presente
desoyendo tus quejidos,
su impulso te ha sorprendido
en una espera impaciente,
y una vez reconocido,
en tu corazón habita,
tomando la forma inscrita
con su nombre y apellidos.
Es un nuevo amanecer,
una luz en tu penumbra,
es esa llama que alumbra
un sendero a recorrer.
Nacer de nuevo y saber
en verdad, porque eres hombre
y que tu Amor tiene un nombre
delicioso de mujer.
Escrito por Zuhaitz en 1985
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