una seña de identidad, el entrecejo,
que su carácter le define,
duro y recio como el hierro forjado
en sus fábricas, de temple y origen.
Espada fluvial hacia el Abra
y albergue entre verdes laderas,
azuladas, bajo los últimos rayos de Sol
de la tarde.
Txirene y fanfarrón, canturreando
en las siete calles, txikitero de pro
y amigo de sus amigos.
Entrañable al fin y socarrón en su humor,
cambiante siempre por la modernidad
y sin embargo fiel a sus colores.
Rojo como su corazón y el óxido,
que el mineral dejó en sus entrañas
Y blanco aún, sincero y abierto,
gabarra donde todos los sentimientos
pueden navegar en sus venas.
Vena o ría, que baña sus céntricos barrios,
abierta al mundo, que asombrado
contempla su risa y la voz viril y aguda
del txistu, al compás del tamboril.
Bilbao de todos y de ninguno,
carácter y empaque señorial
y a la vez, “ Tan de andar por casa".
Bilbao, promesa y recuerdo,
entre el azul y el gris,
el fuego y el agua.
Ancestral y moderno, siempre único y eterno,
insignia rojiblanca, prendida en los corazones.
Escrito en Junio 2015 por Eduardo Luis Díaz Expósito.“zuhaitz".
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