Me rodea con sus brazos de azogue
y simula una flor entre la espina.
El aire lastima el silencio, ululando
con tétrico silbido, apagando
la últimas farolas.
Virgen fingida con olor a pan
en sus manos, los remolinos
se cruzan en su mente dispuesta
y los cuchillos brillan, como ojos deslumbrados.
Quise saber más, pero el candado era grueso
y una pesadez de párpados vencidos,
cayó desde el ático de sus cejas
y sentí los cortes que su mirada hacía
en rebanadas de odio.
Sentí lastima y congoja, pero la piedad no es buena madre
y el hijo maldito creció engendrado en su corazón.
Cada mordisco o mentira, quitaba un trozo de corteza,
se iba desnudando su apariencia real,
bajo el febril manto de la ira.
Comprendí, que no hubo perdón y su cadena,
iba arrastrando pesadamente, ya que su alma
no era libre.
La tarde cayó herida de muerte, como flor apuñalada
y pedí la redención.
Respiré profundamente y exhalé con el aire,
los recuerdos que herían mi presente,
con sus esquirlas cortantes.
Perdoné y me perdoné, arrojando al mar del olvido,
viejos rencores, ahora camino erguido
con la vista al frente y no miro hacia atrás,
para poder sortear las piedras
que puedo hallar en mi camino.
Escrito en Junio 2015 por Eduardo Luis Díaz Expósito.“zuhaitz"
Publicado en el Libro de poemas " Glorias áureas" ISBN: 978-84-15176-55-8
Depósito Legal: BI-1461-2015
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