se secan los ojos y no quedan lágrimas
que derramar.
Soñamos un horizonte, que no deja de ser
esa horizontal que se desdibuja
al intentar fijar su imagen en nuestro
pensamiento.
Su martillo golpea los recuerdos
en la conciencia y las sienes estallan
en un agudo dolor, que es imposible deshacer,
porque se halla impreso en el ánimo.
Ese ánimo que fluctúa como lámpara
a punto de apagarse y sucumbir
entre las sombras que nos acechan,
ácidas y oscuras, desbastando
con su corrosiva acción, cada hueco
que intenta resistirse a su demoledora labor,
incansable y permanente.
La depresión acude con su ala negra
y su hollín tiñe oscureciendo el cielo azul
de nuestras esperanzas más alegres.
Escrito en Mayo 2021 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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