desprendiendo agujas de luz, en medio
del estruendo.
Huele a azufre y el aire se arremolina,
tomando cuerpo con el polvo de la tierra.
Se aprietan los dientes, ante el temor
y los cielos adquieren un gris sólido,
emulando la densidad del plomo.
Acaso temamos una caída vertiginosa
de las nubes o esa cortina de agua,
formando una pared, ante nuestros ojos.
Tierra y cielo en conflicto, venablos de luz,
que como martillos golpean las conciencias
dormidas, en las oquedades más recónditas
del interior de la “Vieja Madre”.
Una misteriosa mano agita y eleva en gigantescas crestas, las olas del mar
y los pueblos pesqueros, quedan anegados
bajo sus aguas.
Se lloran la pérdidas humanas, ante el furor
de la tormenta. Llegada la calma, la tierra
abrirá sus entrañas, para colmarnos
con los frutos de una azarosa siembra.
Nadie pudo jamás, detener el pulso
de la Naturaleza.
Escrito en Junio 2023 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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