la frágil lágrima con toda la sal de una océana
soledad, mecida entre vaivenes de melancolía.
Se aprietan los dientes,
como queriendo morder el vacío
y una brizna de hierba se abre un hueco
entre los dientes. Tras las celosías, se guardan
las miradas que huyen de los rostros impávidos, porque su realidad se distorsiona
en todos los espejos cóncavos.
El suelo agrietado sobre el que pisamos,
lleva las cicatrices de los transeúntes
y en cada calle vacía, se escucha el clamor
de un silencio ajusticiado por la barbarie
de una voz desgarrada entre las cuerdas
de un frágil cuello, que aún permanece
erguido como un signo de interrogación,
que se desliza desde la alacena, hasta
los insondables límites de nuestra memoria.
Escrito en Marzo 2024 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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