miércoles, 17 de abril de 2024

El sueño de una abeja.

Observa el vuelo de una abeja, alrededor 
de una flor desvalida. Libará su néctar,
pero no su vida.
Sabe que cada hoja queda suspendida 
desde el peciolo, humanamente dependiente.


Pezón, donde se sustenta su efímera existencia, donde la belleza es capaz de atraer 
al insecto, para su expansión de vida.
Pregúntate: ¿Quién eres? ¿Abeja, flor,
esbozo de humano? ¿Depredador o presa,
en este cruel ritmo, que nos agita entre la vida
y la muerte?.


Las vírgenes de hielo se deshacen 
después de parir una emoción de agua
incontenible y jamás vuelven a sonreír,
bajo la carpa celeste, donde los payasos mueren por inanición o falta de oficio.


La tristeza ha perdido su envoltorio de fingida 
melancolía y su acidez se transmite en el aire
que respiramos.
Siento la angustia de vivir, 
como un terrible mal, que pocos conocen 
y muchos ignoran.


Las cuentas de vidrio ruedan por un angosto 
pasillo y las horas se duermen, perdiendo 
cada segundo en el olvido, cuando ya 
nada importa y lo que importa, hace tiempo 
que salió fuera de escena, para buscar
un motivo más denso y palpable.


Nada puede impedir, que se resbale hacia 
el abismo y las edades, 
sólo son eventualidades,
 que caen irremediablemente, como hojas 
de un almanaque obsoleto.

La abeja sueña con la eternidad de la belleza 
de una flor, pero el insecto y la flor 
son víctimas de un tiempo inexorable.


Escrito en Abril 2024 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.

© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.




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