como un signo de admiración, ante la vida
que recién se estrena.
La sorpresa, el descubrimiento novedoso
y todas las sensaciones que provocan
una respuesta emocional.
La madurez lleva tilde, sombrero acaso,
que protege nuestros pensamientos
más elevados o las intenciones más nobles.
Los proyectos que soñamos realizar
en un futuro próximo, entran en ebullición
en el momento presente.
La vejez llega al fin y se muestra
como una interrogación.
Cuerpo curvado por el peso de los años,
preguntas sin respuestas fáciles,
que intentamos resolver y cuando crees
que sabes su desenlace, irremediablemente
comienzas a olvidar.
Los recuerdos huyeron al exilio desde
la lucidez de la razón a la demencia senil.
En la memoria (desgastada por el uso),
nos vamos quedando sin signos de puntuación.
En nuestro camino se perdieron “las comas”,
“los puntos suspensivos” y hasta a algunos
diptongos les faltan “las diéresis”.
Habremos tenido una vida feliz o no tanto,
pero al menos, esta última frase debe estar
“ entre comillas “.
Escrito en Abril 2024 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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