miércoles, 6 de noviembre de 2019

Absortos ante la belleza que la vida nos muestra.

El oxígeno del aire, se inflama
con el calor de los cuerpos, en celeste unión,
al roce entre sus átomos, en la vorágine
de sus órbitas.

He buscado la tangente, que me impregne
con su esencia los párpados, al cerrarse
después de la contemplación
de un cuerpo gozoso.
Se me erizan las venas,
como cabellos infinitos, antes austeros
( venablos azules de cálida sangre roja )
y en la divagación del éter, se visualizan
todas las esferas, en su magnificencia
sin aristas.

Todo rueda sin duda y emergen imágenes
flotando, interrogaciones a las que nos asimos
en su cuerpo, semejante a bastones olvidados.
El cielo es la vastedad infinita
de la mente absorta
y bebemos sin comprender de la fuente
de los guarismos que dejan posos
en el fondo de las memorias.

El enigma no se descubre
quitando sus vendas, sino abriendo
los párpados y descerrajando
sus oxidados candados, liberándolos
de los prejuicios que se grabaron
en la débil carne, desde las mentes
ociosas y perturbadas.

Escrito en Noviembre 2019 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz".


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