marcan un ritmo incesante.
Un látigo de luz, cruza los cielos y después…
¡Un gran estruendo!
Huyen los despavoridos animales,
para refugiarse en las cavidades de la tierra
y el ritmo se acrecienta, marcando un bolero
y más tarde una marcha con aires marciales.
El agua anega los sótanos de las viviendas
y hay un temor enorme, ante la posibilidad
de quedarnos incomunicados.
Blandamente, el cielo compensa el hálito
del fuego y el abrasador aliento, de un viento,
que esparce sus llamas entre sus rescoldos
y sus cenizas.
El miedo queda grabado en las temerarias mentes que provocaron un incendio,
sin conocer la dimensión
de sus consecuencias.
Escrito en Septiembre 2025 por Eduardo Luis Díaz Expósito.“zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.

No hay comentarios:
Publicar un comentario