durante las tormentas y los gusanos
se deslizan sobre los huesos, después
de devorar los despojos de carne
que los cubrían.
Los ojos revientan y explotan en sus escleróticas, como claras de huevo,
sobre los marcos vacíos, que cubren
las paredes pintadas de rojo cárdeno.
Los mechones de cabellos que se arrancaron,
conforman la nueva flora de los jardines
de los infiernos y se escucha el balbuceo
de las bocas que fueron silenciadas,
al cortar sus lenguas, para alimentar
a los pájaros, sin que nadie pueda escuchar
sus cantos, y así el eco se perdió
en los recuerdos, que todos quisimos olvidar,
bajo la espada impoluta
de los juicios condenatorios .
Un cuerpo inerte, se balancea al extremo
de una soga, que se muestra suspendida
entre varios interrogantes... sin respuesta.
Un anciano sujeta entre
sus manos sarmentosas un cayado,
que fue testigo de los años de convalecencia
y del despertar de esta persona,
ante una nueva realidad sin conciencia,
que nos aboca al desastre, sumido
entre las llamas del infortunio.
Escrito en Abril 2021 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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