de los árboles, giran en torno a sus troncos
en círculos concéntricos.
Dibujan la rueda de la vida, en un continuo
devenir en el tránsito de cada ruta
y sin pies, ni voz están presentes
en todas las eras.
No se ven sus ojos, porque están sumergidas
en la pupila oscura de la noche de los tiempos
y en cada amanecer, tan sólo muestran
sus blondos cabellos en rayos de sol
o espumas de mar, que besan las lindes
de las playas.
No pueden intervenir, porque están
por encima de todas las conciencias
y tan sólo podemos alcanzar su gracia,
alargando los dedos, en una prolongación
de nuestro espíritu.
Las almas viejas, muestran una tristeza
de líquenes sobre las piedras, ante la pérdida
de luz en los corazones humanos.
Escrito en Abril 2021 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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